Entonces tocó decidir lo más difícil.

¿Como se moverían através de aquel tablero?


¿Cuales serían los movimientos adecuados?

¿Acaso instaurar los mismos movimientos para todos, dejando que todas las piezas fueran iguales?

¿O hacer que cada uno muestre un movimiento característico, único, que lo defina de manera inequívoca?



martes, 4 de octubre de 2011

Caballo de mar

"El caballo puede ser descrito como el clown, el mal muchacho  o el arma secreta del ajedrez.
El caballo se caracteriza por actuar de un modo completamente diferente a las demás piezas. Por ejemplo, puede realizar lo que no es factible a las demás, es decir, saltar sobre ellas, bien sean piezas del bando propio o del contrario."
El capitán oteaba el mar en busca de horizontes lejanos. Nadie sabía cual era el destino del busque que capitaneaba con mano de hierro, era desconocida la ruta que debía seguir el barco que desde hacía meses navegaba por los mares sin un rumbo o puerto aparente. Los marineros murmuraban a sus espaldas, manipuladores y narradores de extrañas historias, de capitanes que perdieron la cordura y mandaron a sus barcos y tripulaciones a una muerte segura bajo la espuma de las olas. Había quienes murmuraban acerca de un extraño pacto con el diablo, a partir del cual estaba condenado a vagar por los mares a cambio de dios sabe que favores, mientras que otros negaban con la cabeza y apelaban al extraño plan que el señor había imbuido en la cabeza del enajenado capitán.



Pero la historia más extendida era que los escasos restos de cordura que aún conservaba se habían perdido en el fragor de la batalla de aquella guerra que su país nunca terminaba de librar. Navegaban con los cañones preparados, las mechas encendidas y los alfanjes afilados, con las pistolas cargadas y la pólvora puesta a secar al sol tras mojarse en una tormenta ya pasada; pero nunca entraban en combate.



Cada vez que divisaban un navío enemigo, se acercaban para amenazar al enemigo o proteger a un barco amigo, pero nunca entraban directamente en combate, sino que desaparecían con la niebla, realizando extrañas maniobras que el capitán bramaba desde el puente de mando con voz enronquecida.



Pronto este buque comenzó a ganarse la fama de escurridizo, de imprevisible, de algo fuera de lo común. Hasta que llegó el día de la batalla decisiva, a que decidiría el final de la guerra. En el último momento, el buque se acercó a la posición de batalla, pero, en vez de seguir el plan dictado por el almirante, que con voz cascada clamaba órdenes desde su camarote, manual de estrategia naval en mano, decidió saltarse el orden establecido de ataque.

Pasando por delante de naves más ligeras, se lanzó al ataque del enemigo. Pronto logró capturar a varios barcos menores, dejando a su escuadra en una posición de clara ventaja, y que decantó a su favor el final de la contienda. Habían ganado. Esto es lo que pone en todos los libros de historia. Y esta es la narración oficial.



Lo demás es sólo leyenda. Se cuenta, se dice, que la reina nombró caballero a tan bravo capitán, queriendo incluirle en la corte, ya que le consideraba alguien importante dentro de su ejército.

Lo que hizo el capitán, tras recoger su título fue volver a su nave, tras pronunciar estas palabras: Tan sólo soy un marino con algo más de soltura a la hora de manejar mi nave. Dejadme que siga así, diferente a los demás, vuestra arma secreta...

La reina sonrió, mientras veía como se alejaba. O, al menos, eso dicen las historias.



No hay comentarios:

Publicar un comentario